Miguel Alfredo y 38 episodios de gloria
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Miguel Alfredo y 38 episodios de gloria

Mientras escribía esta historia, recordaba una de las fantásticas conversaciones beisboleras que tenía con mi amigo Antonio García Barreto, quien lamentablemente falleció el año pasado. Junto a Tony, era fácil dar un viaje imaginario y revivir el béisbol de antaño, en las décadas del cincuenta, sesenta, los setenta, aquella pelota que él y muchos llamaban la “Era Romántica”. Pero lo que más retumbaba en mi mente fue una conversación que tuvimos en la Copa Antillana de Acero de 2005, durante un juego entre Habana y Metropolitanos.


Antes del partido, nos intercambiamos la búsqueda de lineups. Ambos éramos los Anotadores Oficiales del juego. Tony fue tras Juan Padilla, el manager de los Metros, mientras yo me acerqué hasta la cueva de los Vaqueros, hasta una esquina donde estaban reunidos el manager Estéban Lombillo y el avezado entrenador de pitcheo, Javier Gálvez, dos de mis buenos amigos en el mundo del béisbol.


Después de que Lombillo me dictó el lineup, le pregunté a Gálvez, como de costumbre solía hacer ante cualquier duda, su perspectiva sobre los lanzadores de turno. Y entonces me ofreció una cita que nunca olvidaré: “Vas a ver a dos muchachos jóvenes al inicio del juego, ambos derechos, Kenny Rodríguez y Miguel Alfredo González. Síguelos, sobre todo al novato, que viene de ser campeón en el Mundial Juvenil de Taipéi, 2004”.


Cuando regresé a la cabina, disfruté del calentamiento de los pitchers, pero no fue hasta el segundo inning que Miguel Alfredo comenzó a soltar el brazo con algunos disparos en el bullpen. Ya había tenido cierta información sobre el talentoso diestro, pero siempre quedaba la expectativa de verlo exhibir su talento en acción. En aquel staff de los Vaqueros, Miguel Alfredo debutaría junto a otro gran talentosísimo prospecto, Yadier Pedroso, quien finalmente se llevó el premio de Novato del Año en aquella temporada. Después de un par de innings, Miguel Alfredo entró en acción y, cuando sacudió la mascota del cátcher William Santiesteban con su primer pitcheo, mi amigo Tony me dijo: “Oye, ese muchacho tira duro y luce imponente, la bola le llega”, refiriéndose a algo más que la velocidad.


Unos 15 pitcheos después, Tony y yo coincidíamos en que Miguel Alfredo tenía fibra suficiente para trabajar y convertirse en un gran lanzador. Y no sólo lo demostraba su actuación sin contratiempos, sino todo el nivel que exhibió: Su variedad de pitcheos, su singularidad trabajando con potencia y definición al soltar sus pitcheos por encima del brazo. La manera en que se concentró en el montículo y buscó establecer su plan junto al cátcher Santiesteban. La elegancia de sus movimientos en la lomita y su enfoque, totalmente concentrado en lanzar, parecían marcar la diferencia como pocos lanzadores jóvenes en todo el evento. Y, al final del juego, cuando llamé a Gálvez, el profesor se volteó y me dijo: “¿Viste al hombre? Si mejora el ‘comando’… no el control, fíjate, el comando, va ser un gran pitcher”.


Probablemente pensarás que Miguel Alfredo demoró demasiado, casi cuatro años para dar el salto definitivo al primer nivel, pero obtener libres oportunidades era difícil en el competitivo staff de los Vaqueros a mediados de la década de 2000. Habrá demorado, pero el gran momento de Miguel Alfredo fue histórico y dejó una huella para todos los tiempos. Y, aunque el pasado sábado se cumplieron cuatro años de su partida física, no tengo dudas de que sus grandes actuaciones dentro y fuera del montículo lo hicieron inolvidable en nuestros corazones.



 

No hay guion sobre cómo un lanzador podría conquistar la gloria.


No existe.


Sin embargo, sabemos qué tipo de actuaciones conducen a un lanzador a la gloria eterna en el juego, y eso fue lo que aprendimos durante la noche del jueves 4 de junio de 2009 en el estadio Augusto César Sandino: El talentoso diestro del número “75” en los Vaqueros del Habana, Miguel Alfredo González, esculpió su camino a la cúspide del pasatiempo nacional, completando una épica saga de 38 capítulos para el recuerdo.


Pero el viaje del Juego 5 de la final en la 48 Serie Nacional del béisbol cubano contra Villa Clara, fue sólo el último tramo que Miguel Alfredo necesitó para obsequiarnos una auténtica obra vívida de grandeza: Lanzó una blanqueada de nueve entradas, encabezando el éxito por 6-0 de los Vaqueros, quienes se proclamaron campeones por vez primera en 32 Series Nacionales.


Otra vez, en su intento por alcanzar el título esquivo hacía 14 años, los “Naranjas” de Villa Clara, dirigidos aquella campaña por el admirable manager Eduardo Martín Saura, se quedaron a las puertas de la corona. El pitcheo del Habana fue dominante, sí, absolutamente abrumador. Lo vimos: Poncharon a 39 bateadores en sólo 45 innings durante cinco juegos en la final, admitieron una efectividad de sólo 1.60 y obligaron a los “Naranjas” a dejar 36 de los 44 corredores que llevaron hasta posición anotadora.


¡Ese rendimiento fue aplastante! Y en la final, parecía lo más cercano a la brillantez del inigualable staff de Pinar del Río en 1997. ¿Recuerdas? Imposible olvidar: Cuando José Ariel Contreras y Pedro Luis Lazo se combinaron para marca de 6-0 contra Industriales (3-0) y Villa Clara (3-0), con 0.51 de efectividad y 50 strikeouts en 52 innings.


Aquel año, el staff colectivo de Pinar de Río terminó con 1.39 ERA y 8-0 en los playoffs, un récord histórico aún imbatible:


PRI, 36 SN: 1.39 ERA

VEG, 26 SN: 1.66 ERA

HEN, 30 SN: 1.90 ERA

VEG, 25 SN: 1.97 ERA


Así que, del solo hecho de haber visto a los lanzadores del Habana rozar ese nivel, podemos sentirnos felices por el gran espectáculo brindado para llevarse el título de la 48 Serie Nacional. Y entre los campeones, vale destacar especialmente a Miguel Alfredo González, quien terminó siendo elegido como el Jugador Más Valioso de los Playoffs, por el exquisito trabajo en cada joya de pitcheo durante sus cinco aperturas. De hecho, sus dos éxitos en la finalísima exaltan esa tesis, incluso sin apelar a su integralidad, igualando aquel año el récord de cinco victorias sin reveces para un pitcher en postemporadas del béisbol cubano.


5-0: Eso fue simplemente devastador, una marca calificada que sólo había conseguido un pitcher antes de ver celebrar a Miguel Alfredo aquel jueves 4 de junio de 2009 en el montículo del parque Augusto César Sandino. El artista monticular del récord había sido el estelar diestro José Ariel Contreras en los playoffs de la 37 Serie Nacional—desafiando plena era del bate de aluminio—, cuando rubricó marca de 5-0, tres juegos completos, 41.2 innings, apenas .226 de promedio oponente admitido, 39 ponches, 14 boletos y 0.86 ERA.


En la 48 Serie Nacional, durante una campaña completamente consagratoria tras imponer marcas personales con 8-4 y 101 ponches en 126 entradas, Miguel Alfredo no se quedó tan lejos de Contreras en la postemporada. Dentro de su marca de 5-0, ponchó a 34 rivales en 38 innings y, aunque su promedio de limpias terminó en 1.18, el talentoso diestro del Mariel mostró el inicio de su salto al estrellato: La eficiencia en el comando.


34/5


Sí, podría ser una división, pero se debe precisamente a sus 34 K’s sobre sólo cinco bases por bolas. ¡29 K sobre sus boletos! ¡Histórico! O sea que, cuando Miguel Alfredo consiguió su octavo strikeout en el Juego 5, tras ponchar a Leonys Martín por tercera vez en la noche—para el segundo out en el final del octavo—, estaba a punto de entrar a esta lista histórica, pues no concedió más boletos:


Lanzadores con más SO (ponches) sobre BB (boletos) en playoffs entre 1986-2009

Yovani Aragón (SSP), 41 SN: 41 SO-BB

Maels Rodríguez (SSP), 41 SN: 40 SO-BB

José Ibar (HAB), 37 SN: 33 SO-BB

Pedro Luis Lazo (PRI), 39 SN: 32 SO-BB

Norge Luis Vera (SCU), 40 SN: 30 SO-BB

Miguel Alfredo González (HAB), 48 SN: 29 SO-BB


Entonces, definitivamente, cada inning fue un nuevo y auténtico capítulo de historia en la carrera de Miguel Alfredo González Puebla durante la postemporada de 2009. Su bola rápida rozando las 92-93 mph combinada con su zigzagueante slider y la variedad de velocidades y comandos, limitó a los “Naranjas” al punto de admitir rodados en siete de sus nueve innings durante toda la noche del jueves 4 de junio de 2009 en aquel Juego 5 de la final.


Para comenzar, Miguel Alfredo retiró a sus primeros siete rivales de manera consecutiva. Esa consistencia le aseguró casi un tercio de los nueve capítulos. Y, luego, cuando un toque de sacrificio de Aledmys Díaz movió a Yeniet Pérez hasta la intermedia, el primer ponche que le propinó a Leonys Martín fue vital con dos outs.


Por su parte, el diestro Yuliet López tenía controlado a los Vaqueros. Sin embargo, Villa Clara perdió la oportunidad del juego… de los sueños, de toda vida posible en el playoff y, al menos, de retirarse ganando el Juego 5 en casa, cuando llenaron las bases sin outs y no lograron anotar en el final del cuarto.


Sencillos de Yuniet Flores y Andy Zamora se unieron a un boleto a Ariel Borrero, quien le había bateado jonrón solitario a Miguel Alfredo en el cuarto inning del Juego 2. Con los ángulos congestionados, los “Naranjas” tenían la oportunidad dorada de salir delante o, mejor, explotar a Miguel Alfredo y forzar movimientos en el bullpen de los Vaqueros. La tanda de 5-6-7 tenía esa alta responsabilidad: Ramón Lunar, Ariel Pestano y Yulexis La Rosa.


Si recuerdas con claridad ese cuarto inning, para ser honesto, no pensé que la presión del momento se ‘tragaría’ a Miguel Alfredo. Vestido de coloso, el diestro del “75” aun lucía dueño y señor de la loma. No dio vueltas en el montículo, no paseó su vista más allá del enfoque en las continuas señales de su compañero de batería, el cátcher Danger Guerrero. Al menos lo vi así: No había rasgo alguno de nervios o ansiedad. Miguel Alfredo no alejó la pelota, sino todo lo contrario. Sus disparos destrozaban la zona de strike, y no parpadeó en el intento por devorar un bounce corto de Lunar—cerca de la línea de cal de primera—, para forzar en home a Flores.


Es béisbol y, obviamente, Miguel Alfredo podía haber permitido un hit en esa situación. Podría haber lanzado un dead ball, un wild pitch—provocado por la bola mojada debido a la pertinaz lluvia—, o pudo haberse producido un error. Pero nada de eso sucedió y, como dueño y señor desde la colina, el diestro de los Vaqueros controló la efervescencia del momento.


En cada una de sus expresiones corporales, Miguel Alfredo se notaba centrado y, sobre todo, dispuesto a lanzar y retar a sus oponentes. Las bases seguían llenas y, tras tener a Pestano en dos strikes, lanzó una slider que parecía morder la esquina lejana: ¡Strike tres, gritó el umpire principal, Omar Lucero! Pestano no quedó nada conforme. Discutió la decisión a más no poder, iba quejándose mientras se alejaba del plato y luego golpeó los colchones con un batazo delante del dugout.


Mientras el legendario cátcher de los naranjas hervía de frustración—el lanzamiento parecía ligeramente afuera—, Miguel Alfredo seguía dispuesto y firme para enfrentarse a su próximo oponente. Yulexis La Rosa, que había bateado de 15-3 sin remolcadas en la final, entregó el tercer out con un bounce al short, y el cero aquel a mitad de juego fue un rompecorazones que enmudeció a los fanáticos en el Sandino.


De ahí en adelante, la historia del juego fue el imponente pitcheo de Miguel Alfredo, quien logró dominar a 12 rivales de manera consecutiva. Ningún otro bateador pudo llegarle a posición anotadora, y seis de sus ocho ponches los repartió creciéndose tras salir del atolladero del cuarto inning.


Los “Naranjas” de Martín Saura nunca pudieron descifrarlo: En 17 innings combinados durante la final, Miguel Alfredo ponchó a 14, regaló un solo boleto y permitió apenas una carrera—por jonrón de Ariel Borrero en el Juego 2—, lo que arrojó un increíble 0.53 ERA y 0.59 WHIP.


Unido a su dominio, el lineup de los Vaqueros concentró su producción entre la tanda alta y baja. Las remolcadas de Roberto “Tito” Zulueta y Danger Guerrero, los cuatro hits—dos de ellos dobles—y par de anotadas de Juan Carlos Linares, se combinaron con los jonrones de Ruby Silva y Ernesto Molinet, este último clavando el estacazo de la redención tras su fatal error en el Juego 4.


Contra el lanzamiento 113 del juego, Ariel Pestano entregó el out 27, y Miguel Alfredo completó su histórica actuación en 38 episodios de gloria.


(Foto: Miguel Alfredo González/Internet y Ricardo López de Granma)

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