Los subvalorados del béisbol cubano: Luis Ignacio “Nacho” González (1966-2023) — Habana
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Los subvalorados del béisbol cubano: Luis Ignacio “Nacho” González (1966-2023) — Habana

Actualizado: 6 ene

En honor al legado de Luis Ignacio “Nacho” González, fallecido el pasado 11 de febrero en Cuba, uno de los bateadores más consistentes de los Vaqueros de La Habana, antes y después de haber sido forzado al retiro con apenas 30 años.



Hace alrededor de 19 años, cuando comenzaba a estudiar en el preuniversitario, recuerdo caminar de regreso a casa escuchando en la radio a uno de mis narradores favoritos, mi amigo Rodolfo Durán, quien describía los juegos de los Vaqueros de La Habana para la emisora Radio Cadena Habana.


En aquella 44 Serie Nacional del Béisbol Cubano (SNB), temporada de 2004-2005, Esteban Lombillo debutaba como manager de los Vaqueros, sustituyendo a Rigoberto Blanco. A diferencia de otros años, el Habana debió jugar todos sus partidos como home club en horarios de la tarde, tras las devastadoras afectaciones que provocó en las provincias occidentales el impacto del huracán Alex.


Los estadios Héroes del Mayabeque del municipio de Güines y el 26 de Julio de Artemisa, acogieron la mayor cantidad de los 45 partidos de los Vaqueros, aunque al final de la temporada ya estaba lista la sede principal, el parque Nelson Fernández en San José de las Lajas. En cada transmisión, había un eslogan muy particular con el cual anunciaban la entrada al plato de un jugador especial: “Batea el veterano”, decían los narradores. Y, mientras relataban la producción de su línea ofensiva, además de su impacto en las visitas más recientes a la caja de bateo, al unísono se escuchaba el anuncio en la amplificación local: “Número cincuenta y dos, Luis Ignacio González… bateador designado”.


Ese era el famoso veterano del cual mi abuela me preguntaba: “¿y cómo se llama? ¿por qué no lo anuncian por su nombre?”, y le expliqué que le llamaban así porque, a sus 39 años, aún era uno de los bateadores más consistentes no solo del lineup de los Vaqueros, sino de toda la liga. Entre una docena de bateadores que entraban y salían del plato en las prácticas de bateo, no era difícil distinguir al veterano de casi cuatro décadas, corpulento, presto para brindar cualquier consejo y exhibiendo el rasgo más característico de su personalidad: una eterna sonrisa.


Aunque no lo conocieras personalmente, como me sucedió cuando tuve el placer de abordarlo antes de entrar al estadio de la Antillana de Acero en noviembre de 2004, Nacho expresaba su humildad con un saludo amable y era un gran conversador. A sus 38 años, el swing de Luis Ignacio aún conservaba la destreza suficiente como para sobreponerse en una desafiante liga donde emergían talentosos lanzadores, combinando esa dosis de suspicacia que solo es posible obtener con el ímpetu de quien ha desafiado al tiempo.


Tras archivar en sus registros personales más de 15 temporadas a cuesta, aquel Nacho que irrumpió aluminio en manos como leadoff estelar a inicios de la década de los noventa, ahora cerraba la primera tanda del Habana. Su velocidad sobre las bases, obviamente, quedaba sólo como potencial ofensivo en los recuerdos de una época donde Nacho lucía entre un grupo selecto la admirable dualidad de golpear jonrones y robar bases. Aunque debutó a los 18 años en la temporada de 1984-1985, no fue hasta 1990, a los 24, que Luis Ignacio comenzó a destacarse en el poderoso lineup del Habana.


En 41 partidos de la 29 Serie Nacional, su rendimiento ascendió al punto de producir línea ofensiva de .300/.376/.386, 10 dobles y un triple como extra bases, con 18 carreras anotadas, 16 remolcadas, 13 bases por bolas y 21 ponches. De 127 bolas puestas en juego, Luis Ignacio bateó sólo cinco veces para double play y robó seis bases en ocho intentos, complemento que comenzaba a ofrecer una proyección de su habilidad sobre las almohadillas.


Terminada esa campaña, integró por tercera ocasión el equipo Agropecuarios, pero aquella 16ta Serie Selectiva marcó un momento decisivo en su carrera, ya que logró ganarse el puesto como titular. Nacho bateó 72 hits en 60 partidos, se embasó 113 veces, produjo 19 extra bases y se robó 15 almohadillas. Agropecuarios cerró en el tercer lugar de la Selectiva, registrando marca de 38-25 y, al año siguiente, Luis Ignacio despuntó definitivamente, dando un significativo salto de calidad a la élite de la liga con la mejor temporada de su carrera.


Entre sus 25 y 26 años, lapso correspondiente a la 30 Serie Nacional, promedió .333/.450/.622 (1.072 OPS), logrando las sensacionales cifras de “14-14” en jonrones y bases robadas. Esa fue la primera de cuatro contiendas donde Nacho combinó al menos 10 bases robadas, 10 jonrones, 60 carreras anotadas y 45 remolcadas, además de embasarse al menos 120 veces cuando sumamos su rendimiento anual en Serie Nacional y Selectiva:


1991 — 22 BR, 21 HR, 100 CA, 58 CI

1992 — 33 BR, 17 HR, 98 CA, 47 CI

1993 — 19 BR, 10 HR, 60 CA, 32 CI

1995 — 13 BR, 19 HR, 83 CA, 51 CI


Encabezando el lineup del Habana, sin dudas uno de los más temibles en los años noventa, Luis Ignacio hizo tendencia su capacidad de abrir los partidos con jonrones—no pocos al mismo primer pitcheo—y, cuando entraba en circulación, se convertía en un potencial peligro por su efectividad para robar bases.


Con el paso de los años, la rapidez de Nacho mermó debido a lesiones que interrumpieron su ritmo. Sin embargo, como les sucedió a otros 84 jugadores entre 1996 y 1997, el ilustre hombre proa de los Vaqueros fue parte de un retiro forzoso del béisbol cubano. Tras la exclusión de Nacho como estelar primer bate del Habana, pasó a la historia la llamada “Tanda del Terror” conformada además por el outfielder Gerardo Miranda, el cátcher Pedro Luis Rodríguez, el bateador designado Romelio Martínez y el inicialista Juan Carlos Millán.


El último torneo que Luis Ignacio jugó, con apenas 30 años, fue la I Copa Revolución en 1996, donde bateó de 10-5 (.500) en 14 apariciones al plato, con un doble, dos remolcadas e igual cantidad de anotadas. Tres temporadas después, a los 34 años, Nacho regresó con los Vaqueros y extendió su carrera de 11 a 18 temporadas. Jugó hasta los 40 años, y fue clave en el subtítulo del Habana en 2005, destacándose como la principal figura a la ofensiva en un lineup renovado que comenzaba a emerger.


Aunque ha sido uno de los peloteros más subvalorados de su época, Nacho hizo historia al calificar entre los únicos cinco bateadores que han superado las marcas combinadas de 150 jonrones y bases robadas en el béisbol cubano:



“150-150”

1) Omar Linares Izquierdo: 404 HR, 246 BR

2) Yulieski Gurriel Castillo: 282 HR, 153 BR

3) Víctor Mesa Martínez: 273 HR, 589 BR

4) Ermidelio Urrutia Quiroga: 221 HR, 180 BR

5) Luis Ignacio González Pérez: 172 HR, 165 BR


Sí, no pocos se sorprenden de ver a Luis Ignacio en esta lista, y lo más interesante fue que realmente no necesitó extender su carrera para conseguir ambas marcas. Antes de regresar con los Vaqueros en 1999, Nacho ya estaba a punto de calificar entre los peloteros “100-100”, pues acumulaba 95 jonrones y 133 bases robadas.


Uno de los puntos más curiosos tras reinsertarse, fue que Luis Ignacio volvió a vestir el traje del Habana para la 39 Serie Nacional, el mismo año en que también regresó la utilización del bate de madera. Nacho acumulaba 746 hits en su carrera de 11 Series Nacionales y, en las siguientes siete que jugó, ¡sorprendentemente registró 747 imparables!, para un total de 1,493. “No lo sabía”, dijo Luis Ignacio en la cabina del estadio Héroes del Mayabeque, durante una sub-serie de la 54 Serie Nacional donde los Huracanes enfrentaban a las Avispas de Santiago de Cuba, años antes de que el veterano ilustre se convirtiera en entrenador de bateo bajo la dirección de Vanoy Arado.


Cuando le entregué una nota con parte de sus registros más curiosos, Nacho se sorprendió al ver un detalle. Durante la temporada de 2002, había sido el único bateador con al menos par de bases por bolas (4), un jonrón y cinco remolcadas golpeando los desafiantes pitcheos del supersónico Maels Rodríguez, quien había implantado récord nacional con 263 strikeouts en la campaña anterior.


Sobre el arte de batear y tener éxito, Luis Ignacio comentó dos puntos interesantes: “tienes que estar enfocado, conocer tus habilidades, tu responsabilidad dada la situación de juego y, sobre todo, al lanzador contrario”, señaló mientras recordaba que en no pocas ocasiones buscaba información con Carlos Luis Soler, Rafael Santa Cruz o Juan Carlos Díaz, quienes se encargaban de la anotación y las estadísticas de los Vaqueros a inicios de la década de 2000.


“En mi caso”, continuó, “siempre miraba qué formación defensiva hacían tanto los jugadores de cuadro como los jardineros. Lo hacía desde el círculo de espera, para luego ver qué cambios hacían cuando me tocaba batear a mí. En no pocas ocasiones, los ajustes te daban una noción de cómo querían trabajarte, si pegado o con pitcheo afuera. Cada detalle me ayudó un poco a anticiparme, y esa era la clave para poder tener mejores turnos y contribuir a los triunfos del equipo”.


En la 42 Serie Nacional, temporada 2002-2003, con 37 años, Luis Ignacio siguió demostrando estar en plenitud de facultades y dejó los mejores números individuales de su carrera. A tiempo completo como bateador designado, esculpió una línea ofensiva de élite con .350/.436/.599/1.035, 71 carreras anotadas, 26 dobles, 18 jonrones, 75 remolcadas y 45 extra bases. Durante la campaña siguiente, marcó récords personales con 119 hits y una sorprendente cifra de cuatro triples a los 38 años, siendo el “jugador inspiración” en el centro del lineup de los Vaqueros.


Con cuatro décadas de vida y casi la mitad dedicados al béisbol cubano, Luis Ignacio “Nacho” González Pérez protagonizó un regreso triunfal y fue uno de los peloteros que demostró cuán injusto resultaron aquellos retiros forzados a finales de los años noventa. Sin embargo, Nacho superó al tiempo: fue un líder positivo dentro y fuera del terreno de juego, honrando el béisbol con tanta calidad humana como deportiva. Y, aunque el equipo de los Vaqueros de La Habana desapareció hace 11 temporadas, su legado aún queda en la memoria de los fieles fanáticos del béisbol cubano.


Sí, aún me parece estar escuchando aquellas transmisiones radiales: “batea el veterano… ¡línea de cañonazo al jardín central! ¡Soberana línea de Nacho González! ¡Los Vaqueros se van delante!”


(Fotos: Luis Ignacio “Nacho” González/Archivo de BaseballdeCuba.com)

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